MI BICICLETA Y YO
- Úrsula0208
- 16 ago 2021
- 5 Min. de lectura
Hace 9 meses tuve un accidente muy grave montando bici; llevaba poco tiempo dedicada completamente a esto, estaba subiendo mi nivel y esforzándome mucho para ser mejor cada día. Debido a ese accidente pensé (por un muy corto momento) en dejar de rodar y buscar otra cosa que hacer, pero no era una opción para mí y hubiera sido un gran error.
La verdad es que el ciclismo me ha dado muchas más cosas de lo que me quitó el accidente que, gracias a Dios, no fue mucho a pesar de la gravedad de este.
Hasta hace unos años, yo creía que era una mujer independiente, fuerte, decidida y a prueba de todo pues había logrado todo lo que me había propuesto y tenía todo mi mundo controlado; y si, tal vez en muchos aspectos si lo era, pero me faltaba muchísimo por aprender, por enfrentar y por cambiar.
Fue entonces cuando Dios me puso a prueba demostrándome que no todo lo que brilla es oro, que no todo está garantizado y que tu vida puede cambiar totalmente de un día para otro, sin dejarte más opciones que resignarte y sufrir eternamente, o levantarte y adaptarte a los cambios. En un principio si lloré, sufrí mucho y pensé en dejarme ir sin luchar y simplemente dejar que el dolor se acabara, pero gracias a ese mismo Dios que me retó y a los muchos ángeles que puso en mi camino, reaccioné a tiempo y me decidí por la segunda opción…hoy se que fue la mejor decisión de mi vida.
Tomé decisiones difíciles, rompí lazos muy fuertes, me enfrenté a muchas personas que amaba con la vida y asumí muchos cuestionamientos, criticas y reclamos; fueron tiempos duros pero la recompensa ha sido lo más maravilloso que he podido vivir. Entre muchas cosas que encontré para volver a empezar, llegó el ciclismo; siempre me gustó montar bicicleta y en años anteriores al 2020 lo hice de forma muy ocasional, sin entrenamiento ni organización. Empecé a conocer personas, hoy grandes amigos que, por afinidad y gusto a este deporte, me fueron llevando a este mundo maravilloso y entré en él, de lleno y de cabeza.
Como decimos muchos que lo practicamos, el ciclismo es una mafia (en el buen sentido) a la que entras fácil, pero de la que no sales igual de fácil; es una actividad motivadora, retadora, te cambia todo, te exige mucho pero te da demasiado, trabajas duro por mejorar cada vez más y las recompensas son tan grandes que lo haces cada vez con más ahínco y más perseverancia.
Entendí gracias al ciclismo, que todo lo puedo hacer, no hay nada que me quede grande; es muy difícil, a veces flaqueo y soy débil; a veces tengo que caminar para lograr una ruta pero la logro; a veces tengo que renunciar y decir hoy no fue pero lo volveré a intentar.
Pero lo más importante que he aprendido, es que TODO eso está bien y no pasa nada porque no soy la Mujer Maravilla, pero si soy una maravilla de mujer que ama compartir con otras maravillosas mujeres que también están aprendiendo a amarse y a aceptarse, afortunadamente, mucho antes de lo que yo lo aprendí.
He aprendido que la solidaridad y la sororidad son más que conceptos con un bonito significado; son sensaciones que se viven día a día, que se dan y se reciben de miles de formas (a veces imperceptibles), que se replican de uno a otro porque son cadenas de actos que unen corazones y vidas.
He aprendido que compartir lo que eres, lo que has vivido, lo que has aprendido, lo que has reído y llorado, puede representar un gran cambio en la vida de alguien más y hasta pueden salvar su vida; eso sucedió conmigo y lo he agradecido cada vez que puedo, haciendo lo mismo por otros.
He aprendido que el amor propio es mucho más que aceptar mi imagen frente al espejo; es aceptarme tal como soy, con errores, con defectos, con virtudes, con cualidades; es sentirme bien conmigo misma y demostrarlo siendo yo, así…tal cual, simplemente yo. Es caminar de cara al mundo con la frente en alto, no porque consideres que eres santa y que nunca has cometido errores o lastimado a otros (todos lo hemos hecho de alguna manera y en algún momento de la vida); es caminar con tu frente en alto porque eres un ser humano normal, vives, sientes, vibras, luchas, trabajas, haces todo lo que quieres, lo que debes y lo que necesitas hacer, te equivocas, corriges y sigues adelante. Es caminar de frente al mundo con la certeza de lo que eres física, psicológica y emocionalmente, sin miedos, sin tapujos.
He aprendido a no rendirme, he entendido que debo seguir haciendo lo que me gusta, lo que quiero y también lo que debo, porque es mi vida y yo la manejo, a mi manera, a mi ritmo y como la quiero. Que no vine a este mundo para competir con nadie, ni a llegar primero que nadie porque mi destino no es el mismo, por lo tanto, mi camino es propio y único. Un camino que construyo mientras comparto con otros y en el proceso, soy feliz.
Que nadie tiene derecho a cuestionarme ni a mí, ni a mis decisiones; que recibo consejos y apoyo (claro que sí) pero yo decido por mi porque hoy si soy independiente, fuerte y decidida; hoy si decido por mi y no le delego a nadie mi vida.
Manejo mi vida como manejo mi bici: a veces duro, a veces suave, a veces en subida, a veces en bajada; me equivoco y corrijo, me caigo, me levanto, me limpio las heridas, seco mis lágrimas y sigo rodando…rodando por mi vida, siendo feliz y cada día más fuerte.
Por todo esto no era una opción dejar el ciclismo después del accidente y aunque no ha sido fácil la recuperación ni física ni psicológica, decidí que la mejor manera de superar los miedos que me quedaron como consecuencia y volver a mi nivel de antes, era volver a rodar así significara tener que volver a empezar como me ha tocado en los últimos años de mi vida.
Decidí por el contrario, que ese accidente se volvería mi fortaleza y que haría todo lo posible porque la segunda oportunidad de vida que me concedió Dios, valiera la pena; que lo aprendido en el accidente y después de este, lo compartiría con otras personas y sería un ejemplo para ellas; decidí que apoyaría, guiaría y cuidaría a otras mujeres como lo hicieron conmigo los maravillosos seres que se cruzaron conmigo ese día y que fueron unos ángeles enviados para mí; decidí que si había sobrevivido a ese accidente, era porque aún había muchas cosas para mí y de mi para los demás...
Hoy solo tengo agradecimiento en mi corazón, primero que todo a Dios por permitirme seguir aquí, hacia mi madre y mis hijos, hacia cada amigo/amiga, hacia cada parcero/parcera que me ha ayudado a lograr ese propósito de recuperarme y servir a otros.
Por eso seguimos siendo mi bicicleta y yo, armas poderosas de cambio y empoderamiento…
Diana Urzola Duarte - ÚRSULA
Comments